15 de mayo de 2011. Faltaban pocos minutos para las diez y media de la noche. Lo recuerdo porque miré el reloj justo después de acabar los disturbios en pleno centro de Madrid entre la policía y lo que posteriormente se conocería como los indignados. «Vaya domingo».
Habían pasado apenas dos horas desde que concluyese la manifestación convocada por Democracia Real Ya, pero mi compañero Gonzalo y yo estábamos físicamente y, sobre todo, mentalmente agotados. Habíamos decidido quedarnos una vez acabada la manifestación pues, aunque la mayoría de los 20.000 manifestantes y los grandes medios se habían marchado, la Puerta del Sol seguía viva. Unas 300 personas permanecían en la zona. No querían conformarse con que el éxito indiscutible de la entonces llamada #15mani se quedase en la lista de trending topics en Twitter un día más y punto. No les bastaba con un par de portadas en prensa y otros tantos minutos en el informativo de tele o en el boletín de radio y adiós. Querían hacerse oír. Lo que no sabían es cómo. A todo esto, unos pocos «agitadores» habían hecho acto de presencia y habían calentado el ambiente. Llevaron a la mayoría hacia el norte, por Arenal, hacia Gran Vía. Se oyeron varios insultos a los antidisturbios. Tras una hora de tensión, varios jóvenes invadieron la calzada y se sentaron en la principal arteria de Madrid, cortando el tráfico. La policía cargó con fuerza. Hubo detenciones y varios heridos leves. «Así no», oí. Tras el ruido de los gritos, las carreras y los disparos, se hizo un incómodo silencio en la Plaza de Callao. Los manifestantes observaban una mancha de sangre en el suelo, o los restos de los cartuchos. Los había que se miraban unos a otros, unos pocos se fueron; pero casi nadie quiso irse. «¿Qué hacemos?», parecía pensar más de uno.
Y entonces un hombre, joven, de tez morena, sonriente, empieza a llamar a la gente. No tenía pinta de antisistema. Tampoco de «perroflauta». Era un tipo de lo más normal. Jersey negro, pantalón beig. La gente fue poco a poco acercándose. A mi izquierda, Gonzalo pulsó el botón [REC] de su cámara. Creo que no había ninguna más: «Escuchad. A las 11, todos al Oso y al Madroño. Hemos decidido acampar en Sol hasta el día de las elecciones. Los que podáis coged cuatro cosas y quedaos, los que no, corred la voz. Lo importante es que se sepa y que cada vez seamos más».